Ampliación del artículo Un estudio revela que la religión no conduce a una sociedad más sana.
En 2005, Gregory S. Paul y Baltimore, Maryland publicaron un paper en el Journal of Religion and Society llamado Cross-National Correlations of Quantifiable Societal Health with Popular Religiosity and Secularism in the Prosperous Democracies (se, largo). Se trata de una primera aproximación para analizar la tesis de que sociedades con alta religiosidad popular son “mejores”. Los resultados no fueron sorprendentes (al menos para mí). La correlación entre muchos de los factores de disfuncionalidad social y la alta religiosidad es fuerte. En la Fig. 4, por ejemplo, se ve con total claridad la correlación entre mortalidad infantil y distintas medidas de religiosidad.
Pero en las mismas palabras de los autores, “este no es un intento de presentar un estudio definitivo”. Cabe aclarar que este paper es considerado el primer estudio acerca de este tema (por alguna razón, el Journal of Religion and Society ya no acepta papers en esta área de investigación). En el 2009, sin embargo, Paul publicó otro paper titulado The Chronic Dependence of Popular Religiosity upon Dysfunctional Psychosociological Conditions en donde se expande la investigación y se concluye: “Estos resultados contradicen la hipótesis socioeconómica del creador moral [moral-creator socioeconomic hypothesis], incluyendo la tesis (…) que una democracia puede combinar economías liberales con niveles altos de religiosidad popular y caridad para lograr éxito económico”. El paper es medio difícil para leer, no sólo por estar en inglés sino porque el autor pareciera necesitar una donación urgente de comas. Pero aún así, los gráficos y tablas hablan por sí mismas. En este estudio, Paule configuró la Successful Societies Scale (Escala de Sociedades Exitosas o SSS) mediante la combinación de 25 factores: homicidio, encarcelación, mortalidad infantil, expectativa de vida, infección de gonorrea y sífilis en adolescentes y en todas las edades, aborto adolescente, embarazos adolescentes, suicidio juvenil y de todas las edades, fertilidad (cantidad de hijos), casamientos, duración de los casamientos, divorcio, satisfacción en la vida, consumo de alcohol, corrupción, ingreso, desigualdad de ingresos (GINI), pobreza, empleo, horas de trabajo y explotación de recursos. El resultado fue una escala de 0 (más disfuncional) a 10 (más saludable) que es un indicador aproximado del grado de disfunción de una sociedad.
La escala tiene algunos problemas, previsibles cuando se trata de aglutinar tantos factores tan disímiles. El mayor problema es la cuestión de cuanto peso debe tener cada medida en al escala final; por ejemplo, ¿la tasa de homicidio es el doble de importante que la duración de los matrimonios?. Paul decidió evitar este problema asignando el mismo peso a todos los factores. El otro punto que hay que destacar es la inclusión de indicadores que no todo el mundo aceptaría como factores de disfunción social. Por ejemplo, la duración de los matrimonios y la tasa de divorcio no parecerían ser demasiado relevantes. Pero se incluyen en el estudio porque quienes proponen la hipótesis socioeconómica del creador moral sí lo consideran así.
Los resultados, nuevamente, no fueron sorprendentes.
Tabla 1. La correlación r está en negrita cuando las condiciones socio-económicas mejoran al aumentar el secularismo y sin negrita cuando es a la inversa. Sin subrayar = correlación no significativa, subrayado fino = correlación moderada, doble subrayado = correlación fuerte, subrayado grueso = correlación muy fuerte.
En la Tabla 1 hay dos columnas con correlaciones, una que incorpora a los EE.UU. y otra que los excluye. Esto se debe a que EE.UU. es atípico en su secularidad. Como puede verse en la tabla, algunas correlaciones muy fuertes desaparecen (infecciones de sífilis 15-19 años de edad) y otras incluso se revierten (matrimonios, duración del matrimonio) con la substracción de este país.
La Figura 1 grafica la relación entre la SSS y la religiosidad (izquierda más religioso). La situación de EE.UU. como un valor atípico tanto en religiosidad como en disfuncionalidad salta a la vista, así como la correlación entre ambas medidas.
Paul luego analiza y grafica cada medida en particular. Algunas correlaciones son particularmente fuertes. Curiosamente, la tasa de abortos es una de ellas. Las causas de estas relaciones son difíciles de entender, ¿son las malas condiciones sociales las que causan la alta religiosidad o viceversa ? Paul sostiene que lo más probable es que sean ambas. La religión puede servir de un mecanismo para tolerar las malas condiciones. Está claro que ser religioso ayuda a la gente a aceptar sus problemas y ser más felices que los que son menos religiosos. Además, el analfabetismo y la baja educación también están relacionadas con alta creencia en dios. Pero él cree que también es la religión la que puede ayudar a perpetuar algunos de los problemas sociales asociados a ella. Mencioné arriba la tasa de aborto, es muy posible que en países más religiosos las iglesias eviten el acceso a una educación sexual adecuada y, de esta manera, contribuyan a una mayor tasa de embarazos no deseados y, consecuentemente, abortos. Es irónico que el cristianismo, con la misma política en contra del aborto, los estén incrementando. Pero esa es la contradicción en la que viven las ideologías dogmáticas desligadas de la realidad.
Conclusión
Sea cual sea el mecanismo o la relación causa-consecuencia, los datos muestran claramente que la idea de que una sociedad no puede ser saludable y a la vez secular es completamente falsa. Más aún, parecería que la relación inversa es la que se da en la mayoría de los casos.
Fuente:
Anexo: Estudios relacionados.